Sin
bajarse de su vehículo, cuenta que en los años ochentas el niño Dios les trajo
a él y a sus dos hermanos unas
bicicletas Arbar. Por esa época
vivían en el sector de Niza. Las de sus
hermanos eran pequeñas, livianas con freno contrapedal. Por lo tanto, se podía
jugar y hacer piques con ellas. Pero la
suya resultó ser un armatoste de cartero, en el que no se podían hacer
maniobras. Era una suerte de anacronismo
mecánico en el que jamás pudo aprovechar
las pistas de juego de Niza. Esa
fue quizás su primera frustración.
Hoy,
cuando Pereira trata de hacer frente a sus problemas de movilidad, Mauricio
Gómez está convencido de que, si bien la bicicleta es una interesante y
saludable alternativa, la solución a los desafíos debe ser integral. Para
empezar, el Sistema de Transporte
masivo debe cumplir a cabalidad con las demandas de una
población en constante crecimiento. Los distintos sectores del Área Metropolitana deben estar conectados por
ese sistema. A lo anterior deben sumarse programas educativos orientados a
formar ciudadanos responsables, conscientes de sus derechos y obligaciones. Para Mauricio, el verdadero
descubrimiento de las posibilidades de
la bicicleta ocurrió con su llegada a
Bogotá, en 1999. Recuerda que
usarla en esas avenidas atestadas y transitadas por conductores suicidas era como asistir a una clase de
urbanismo y de historia viva de la
arquitectura de la ciudad. Pedaleando entre
la polución y el ruido llegó a lugares a los que nunca se hubiera podido
acceder por otros medios. “La
usaba a toda hora. Aprendí a llevar planos, maquetas, lonchera y novia
en ella. Era una Giant Ricón poco aparente. Tan poco aparente que nunca nadie se la quiso robar” dice entre
risas, evocando sus días de estudiante de arquitectura en la capital.
Cuando
se le pregunta a Mauricio Gómez sobre su apreciación acerca de los aspectos
positivos y negativos del uso de la bicicleta, no duda en responder:
Es un medio muy eficiente, versátil, saludable y hasta bonito. Permite
ver la ciudad de una manera más cercana,
uno se siente mejor ciudadano usándola, pero sobretodo, se siente como un
explorador urbano. En lo personal lo único malo es que sudo mucho, y el sol me
perturba más que la lluvia. Las
experiencias negativas tienen que ver con el diseño y pobre disposición urbana
de Pereira: no hay ciclo vías, ni vías oclusivas, muchas veces toca usar los
andenes, que son discontinuos, irregulares, estrechos. Si los andenes fueran
bien hechos, se podría lograr un convivencia interesante entre peatones y
ciclistas. Pereira tiene muy poco verde, y el aire en bicicleta se siete
pesado, sucio. Y como se promueve tan poco la cultura de la movilidad
sostenible, los conductores son poco considerados, y lo ven a uno más como un estorbo. A veces es peligroso andar en
bicicleta por las vías principales. Y hay un detalle especialmente
odioso: la mayoría de espacios, de edificaciones no tienen parqueadero de
bicicletas, y los porteros o vigilantes terminan siendo hostiles, lo cual es
una discriminación con el ciclista y una falta de consideración con la
ciudad.
Como tantos ciudadanos que hoy se aventuran a llegar al
trabajo o el estudio a bordo de una bicicleta. Mauricio Gómez también espera
que las nuevas administraciones locales y regionales lleguen con más
ciclorutas, parqueaderos para bicicletas y campañas educativas que les permitan a todos seguir pedaleando la ciudad.
¿Y tú, te le mides al ciclismo urbano?, opina.
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