EDITORIAL EDICIÓN 2
Cada vez es más frecuente escuchar a ciudadanos y dirigentes hablar de la urgente necesidad
de poner en marcha políticas públicas de movilidad enfocadas a mitigar la enorme crisis que afrontan nuestras
ciudades en ese frente. Calles congestionadas, ruido, contaminación
atmosférica, así como agresividad manifiesta de ciudadanos y transeúntes son
algunas de las expresiones visibles del problema. Frente a éste, se plantea el
uso masivo de la bicicleta como una posible solución.
Al menos en Colombia, las
acciones administrativas son bastante dispares. Si bien ciudades como Bogotá,
Medellín y Pasto registran significativos avances, en otras, entre ellas
Pereira, han sido más las buenas intenciones
que los hechos concretos.
Los reclamos son múltiples. Los usuarios de la bicicleta señalan que su integridad física está en permanente peligro, a resultas del irrespeto de parte de quienes conducen vehículos
automotores. Además, reclaman la adecuación de rutas para su libre y segura circulación, tanto en zonas
urbanas como rurales.
En el otro frente se acusa a los ciclistas de no respetar las normas de
tránsito, de no atender los semáforos, de invadir los andenes y circular en
contravía. El ciclista se asume como peatón o conductor, dependiendo de sus
conveniencias.
De lo anterior se concluye que precisamos con
urgencia de unas políticas públicas claras y precisas. De unas autoridades
dispuestas a ejecutarlas y a hacer cumplir la ley. Pero también necesitamos ciclistas educados y
respetuosos de la norma. Su revista En Bici tiene entre sus propósitos ayudar
en esa tarea.
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